La chimenea, ese accesorio sinónimo de confort, calidez y vida hogareña, ha pasado de ser fuente de calor a convertirse en todo un elemento decorativo, el punto central de la instancia en la que está situada. Hay chimeneas de diferentes tipos y estilos estéticos, por eso, si se está considerando la posibilidad de instalar una, es importante tener en cuenta el mobiliario y la distribución del espacio en las estancia, antes de decantarse por un tipo en concreto. También hay que tener presente el sistema de combustión que más nos conviene.
De manera general, existen tres tipos diferentes de chimenea, según el método que emplean para generar calor. Por una parte están las clásicas chimeneas de hogar abierto, que consisten en una caja de paredes en piedra o ladrillo, donde se quema leña natural o artificial. Su punto fuerte es la estética, ya que resultan muy decorativas, pero tienen la desventaja de un rendimiento calórico muy bajo.
En segundo lugar, tenemos los llamados recuperadores de calor, que son cajas metálicas con puertas de cristal, donde se produce la combustión de leña. Su instalación es sencilla, son fáciles de limpiar y conservan el calor al máximo.
Por último, existen las chimeneas de gas, que funcionan a butano, propano o gas natural. Son una opción muy interesante, ya que, aunque carecen del encanto de la madera ardiendo, son muy prácticas y ecológicas. Pueden instalarse en cualquier lugar, pues sólo necesitan un tiro de 10 centímetros. Su eficiencia de calefacción alcanza el 80 por ciento, y evitan las molestias del hollín, produciendo además menos contaminación ambiental que las chimeneas que queman leña.
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